Perón, el antiperonismo y el FMI

13.04.2025

Mientras se escribe un nuevo capítulo de la deuda externa con el FMI, se presenta el detalle de los hechos que están detrás de un debate histórico en torno a la relación de Perón y el organismo.

Los hechos del pasado siempre nos plantean interesantes metáforas para debatir el presente. Alberdi escribió alguna vez que "juzgar el pasado no es otra cosa que ocuparse del presente y si así no fuera, la historia no tendría interés ni objeto".

Durante la sesión del Congreso en la que se trató el DNU 179/25 que habilitó al gobierno de Milei a acordar el nuevo préstamo del FMI bajo condiciones incógnitas, un diputado radical argumentó en "aras a la verdad histórica" que el rechazo de Perón a que la Argentina ingresara a ese organismo financiero internacional era "una leyenda que había hecho rodar el propio peronismo" cuando, en realidad, el expresidente habría impulsado el ingreso del país al FMI desde el momento mismo en que fue creado.

Para sostener la validez de sus dichos, el diputado leyó en el recinto un fragmento del Decreto 3185/1946 cuya firma le atribuyó a Perón y que señalaba que "El gobierno de la Nación Argentina no puede permanecer indiferente a la reorganización financiera internacional de la comunidad de naciones de que forma parte (…) no obstante las restricciones a sus derechos que, en materia financiera, estos acuerdos presuponen…"

Por cierto, no es la primera vez que se suscita esta polémica, que no es inocua. Hace 20 años, el periodista y escritor antiperonista Hugo Gambini publicó un artículo en La Nación basado en la misma evidencia que el diputado radical replicó en su breve intervención en el recinto. Hasta aquí todo parecería verosímil, lo que no necesariamente significa que se ajuste a esa pretendida "verdad histórica".

La historia

Comencemos por señalar que el decreto 3185/46 efectivamente se publicó en el Boletín Oficial el 26 de junio de 1946, cuando Perón ya era presidente de la república. Pero apenas uno comienza a leerlo advierte que, en realidad, el decreto no fue firmado por él sino por su antecesor, el general Edelmiro Farrell, en acuerdo general de ministros y que está fechado el 31 de enero de 1946. Por alguna razón que se desconoce, recién fue publicado en el Boletín Oficial cinco meses más tarde.

A la fecha en la que Farrell firmó el decreto, el entonces coronel Perón estaba inmerso en la campaña electoral para la presidencia. Debemos señalar, además, que desde el 10 de octubre del año anterior Perón se había alejado del gobierno y había renunciado a todos los cargos que hasta entonces ocupaba.

Más allá de todo esto, el decreto firmado por Farrell nunca tuvo efecto práctico dado que jamás fue ratificado por el Congreso. La ley 13.891 sancionada en diciembre de 1949 ratificó todos los decretos del gobierno de facto de 1943-1946 con excepción expresa del decreto 3185/46 firmado por Farrell. La decisión de excluir el decreto del trámite legislativo no fue un acto de olvido o desidia, como lo ha afirmado el constitucionalista Jorge Cholvis, sino de una definición política expresada por el Poder Ejecutivo e instrumentada por el Congreso.

Un artículo más reciente, publicado en Clarín, sostiene que pese a la insistencia que mostró Perón para que la Argentina ingresara al FMI, el gobierno de EE.UU. lo impidió a causa de la posición de neutralidad que sostuvo nuestro país durante la segunda guerra. Por esta misma razón el gobierno argentino de Farrell tampoco fue invitado a participar de la conferencia de Bretton Woods.

Neutralidad

Desde el inicio de la guerra en Europa, en septiembre de 1939, la cancillería argentina adoptó una política de neutralidad que mantuvo hasta su finalización. En ese momento gobernaba el país una coalición integrada por conservadores, radicales y socialistas "independientes" llamada la Concordancia, que representaba políticamente a los intereses económicos de la oligarquía agroganadera y de sus socios comerciales británicos radicados en el país.

La Concordancia adoptó la política de neutralidad que, muy lejos de expresar ocultas simpatías hacia el eje nazifascista (como cree ingenuamente gran parte del liberalismo doméstico), sirvió para que aquella oligarquía preservara los vínculos económicos y financieros que mantenía con Gran Bretaña; vínculos que se consolidaron aún más luego de la firma del pacto Roca-Runciman, en mayo de 1933 y que pudieron verse amenazados a partir del septiembre de 1939, cuando Gran Bretaña le declaró la guerra a Alemania.

Mario Rapoport, economista e historiador de larga trayectoria académica en el estudio de las relaciones internacionales, ha afirmado que la neutralidad de nuestra política exterior durante la segunda guerra mundial no fue producto de las tendencias nacionalistas o pronazis que pudieran existir en el seno de la cancillería argentina, tal como lo sostuvo la propaganda diplomática estadounidense ante la opinión pública internacional, sino que era una parte muy importante de la estrategia geopolítica británica, cuyos intereses económicos quedaban así resguardados por esta neutralidad.

"Esa política --señala Rapoport-- no impedía (incluso, favorecía) la exportación de productos al Reino Unido, quien los necesitaba más que nunca para su economía de guerra, y además salvaguardaba los intereses británicos locales de la competencia norteamericana al bloquear la incorporación plena de la Argentina al sistema panamericano".

Prueba de ello es que en enero de 1942, durante la presidencia de Ramón Castillo, se realizó en Río de Janeiro la III Conferencia Panamericana. Allí, el canciller argentino Enrique Ruiz Guiñazú resistió a las fuertes presiones del Departamento de Estado norteamericano para que la Argentina le declarara la guerra al Eje. Aun así, la neutralidad se mantuvo porque formaban parte sustantiva de los compromisos que el gobierno argentino asumió ante Gran Bretaña. De modo que la posición anti-argentina del gobierno de los EE.UU. data de entonces y no desde el momento en que Perón accede a su primera presidencia.

Realpolitik

Es muy posible que, luego de finalizada la guerra, Perón haya intentado un acercamiento con los EE.UU. para recomponer las relaciones diplomáticas dañadas como consecuencia de la neutralidad sostenida por el régimen conservador-radical y que, sin duda, este cambio de actitud obedeció a condiciones geopolíticas específicas de aquella época. Así funciona la realpolitik en el campo de la diplomacia.

Transcurridas ocho décadas de los hechos que aquí se comentan, las únicas "verdades históricas" que pueden corroborarse son las siguientes: (i) que el Decreto 3185/46 fue firmado por Farrell y sus ministros, y no por Perón; (ii) que Perón dispuso que ese decreto fuera excluido de la ratificación legislativa sancionada en diciembre de 1949 para que no tuviera efecto legal; (iii) que el ingreso de la Argentina al FMI se produjo el 20 de septiembre de 1956, durante la dictadura cívico militar que derrocó a Perón y de la que la Unión Cívica Radical formó parte; (iv) que el primer préstamo al organismo fue solicitado en diciembre de 1958 por el gobierno del radical Arturo Frondizi; (v) que en los años siguientes se acordaron otros 26 préstamos stand by, el último de ellos en 2018 cuando Mauricio Macri era presidente; (vi) que 17 de los 26 préstamos acordados por el Fondo lo contrajeron gobiernos no peronistas; y (vii) que los únicos presidentes constitucionales que nunca solicitaron préstamos al FMI fueron Arturo Illia, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner y, claro está, Juan Domingo Perón.

Las cosas son lo que son y no lo que algunos dicen que son. Los hechos que analizan las ciencias sociales y los argumentos que derivan de ellos, se basan en fuentes fehacientes y las que aquí hemos analizado son claras y sujetas a la "verdad histórica", eso que tanto conmueve a algunos diputados por estos días. Todo lo demás, forma parte de la leyenda que desde hace ocho décadas ha hecho rodar el antiperonismo.