Instrucciones para salir de un laberinto.

22.01.2024
Achdjian, Rubén. "El laberinto del Minotauro" (técnica digital)
Achdjian, Rubén. "El laberinto del Minotauro" (técnica digital)

Tal vez no se haya dado cuenta aún

pero usted se encuentra en un laberinto.

No es necesariamente una mala noticia. Tampoco buena.

Ahora, que ya está advertido, tal vez prefiera quedarse.

O tal vez, prefiera salir: usted dirá.

No existe una única manera de salir de los laberintos.

En esto hay mucho de prueba y error.

Hay quienes lo intentan siguiendo algún algoritmo.

Hay otros que intentan demoler las paredes que separan los infinitos pasadizos.

O bien se puede salir por arriba, como escribió Marechal.

Usted ya sabe que está en un laberinto: asuma la evidencia y deje de llorar.

Ante todo, no se desespere ni despotrique. Conserve la alegría.

La alegría, le advierto, no es esa tonta sensación

de que las cosas habrán de mejorar por alguna causa teologal.

La alegría, le comento, se edifica con mucha paciencia

y con el pensamiento atento y enfocado.

De ningún laberinto se sale solo.

Para salir, hace falta unirse a otros: ayudarlos y ayudarse.

Desconfíe de todo aquel que diga conocer dónde queda la salida:

ese, seguro, trabaja para el Minotauro.

Desconfíe, también, de aquel que le diga que no hay ninguna salida:

ese, muy posiblemente, sea el Minotauro.

Para salir del laberinto evite la improvisación. Y los pálpitos.

No mezcle sus deseos en el examen descarnado de las cosas.

Estudie seriamente las leyes de la arquitectura, como Dédalo.

Y si quiere tener alguna posibilidad de éxito, no se arriesgue al cuete:

evite enfrentar al Minotauro si no se ha preparado lo suficiente.

Tampoco vuele alto sin haber fijado previamente alguna ruta: no imite a Ícaro.

De todo laberinto se sale a una hora exacta: ni más tarde, ni más temprano.

Cuando haya logrado conservar la alegría

y haya estudiado lo suficiente el arte de construir las cosas,

cuando haya comprendido quién es quién en esta trama

y cuando esté dispuesto a salvarse pero nunca solo

entonces -sólo entonces- advertirá que los muros del laberinto

están hechos de palabras huecas que resuenan en su cabeza,

susurradas por la generaciones muertas, como una letanía.

Y si luego de todo esto aún persiste en salir del laberinto,

recuerde estos dos consejos.

No deambule, camine con paso firme.

No se abandone. Luche con alegría.